Manifiesto Nadaísta
al Homo Sapiens
«La unión del yo con el vino es un poema. La unión del yo con la mujer es un poema. La unión del cielo con la tierra es un poema. Pero el poema que hemos debido escuchar ha paralizado nuestro entendimiento».
Henri Michaux
En vista de que nadie hace nada; en vista de que todo sigue peor; en vista de que ya truenan los regimientos Atómicos; en vista de que estamos hartos de hacer «literatura»; en vista de que Dios se durmió a la sombra del manzano del Paraíso; en vista de que el Diablo se durmió sobre sus adormideras; en vista de que la Historia es un mito sanguinario; en vista de que el Famoso Espíritu Moderno apesta a intestinos rotos; en vista de todos… los Nadaístas resolvemos decir ¡ B A S T A ! a estas sublimes porquerías; declarar cesante el mito de la Inteligencia, y llevar a su casa, a su conciencia, un átomo de locura, de duda, una Bomba de Desesperación Salvadora para que usted despierte, o en caso contrarío, reviente.
Pateamos la piedra tumbal y resucitamos. Sonó la hora de bautizar la Tierra con una nueva barbarie purificadora. El planeta hiede a almas muertas. No más resignación, no más éxtasis, no más nihilismo. Se abre el proceso: vamos a acusar, a enterrar a los muertos, a limpiar la Tierra de excrementos. ¡Vamos a vivir!
Nuestro mensaje es de muerte, seremos tiernos como verdugos. De este cataclismo sólo resucitarán los vivos. Nuestro diluvio es de odio: no perdonaremos.
Somos Ateos por estética, pero si hemos de sustituir a Dios por otro mito, adoraremos a Lucifer el Ángel de la rebelión, el profeta de la destrucción creadora. Con este demonio purgaremos el error de ser hombres, esta horrible cosa arbitraria que resultó de un juego de azar entre un Dios alfarero y el barro más hediondo de la Naturaleza, de cuyas manos salió la embarrada que se titula «Homo Sapiens».
Verdaderamente nos subleva que usted, señor Homo Sapiens, viva como un muerto, como una babosa, como un Ángel, abrazado a las cien púas del erizo de la imbecilidad, creyéndose un genio por la gracia de Dios, aceptando por toda aventura vital despertar cada mañana para ir al trabajo, dormir para descansar, y comer para sostener en pie su pobre esqueleto.
Sinceramente nos preocupa su situación, nos asusta que usted ni siquiera cometa un crimen al día, y permita que el Bien y la Virtud se apoderen impunemente de su Existencia.
Deje de sonreír idiotamente al Destino y tómese en serio antes de reventar. Deje de hacerse ilusiones con el embeleco de que usted es eterno. Lo que debe preguntarse antes que nada es para qué está vivo, y asumir el terror de lo que este milagroso acontecimiento significa para usted y para el astro que habita.
No sea inocente, deje de tener fe en tanto fetichismo. Ya sabe que el Diablo no perdona tener fe, ni nosotros tampoco.
Les advertimos que si ustedes no cambian, nosotros nos vamos a desafiliar de la Raza Humana, pues hoy lo peor que le pueda pasar a un ser, es ser hombre, o sea, esta salsa para aliñar el Banquete Atómico.
Nosotros estamos avergonzados de pertenecer a la Humanidad. Nos repugna tener dos orejas, dos patas y los otros pares de cosas, y pensar que por este solo hecho uno está condenado a identificarse con la inmunda condición humana.
Estamos terriblemente inconformes de ser vuestros semejantes, vuestros granujas y vuestros cómplices de putrefacción. Por el momento consideramos impúdico atribuirnos un Alma Inmortal, esa cosa fétida en que ustedes fundan vuestro orgullo y vuestras ilusiones de ir al Cielo a disfrutar los dividendos del negocio Teológico, consistente en el crimen de sacrificar la vida de hoy por el cobarde Más Allá.
Sí, amigos, algo nos tiene que diferenciar de ustedes, y en honor a esa diferencia renunciamos gratuitamente a tener alma. Para sentirnos «humanos» nos bastará con tener ombligo, y considerar por toda tradición espiritual del petulante Homo Sapiens, la egregia cultura que nos viene de los micos del Putumayo.
Para iniciar esta revaluación del Espíritu, les comunicamos que mediante un Pacto en el Abismo, los nadaístas le hemos vendido el alma al Diablo, no a cambio de la Inmortalidad, sino de la Vida.
¡Ahora nadie tiene derecho a estar por encima de nosotros, ni siquiera el cielo!
Tenemos el propósito de aceptar el reto de Lucifer, emanciparnos de toda sumisión y fundirnos a la luz del mundo en calidad de simples planetarios que nada tienen afín con la abominable Historia de la Humanidad, ni con sus despreciables conquistas políticas y científicas.
Si usted desea embarcarse en esta peligrosa aventura del Hombre-Sol, en este comunismo de la libertad para conquistar el mundo que aún no existe, pero cuyos pasos de Dragón se avecinan sembrando la muerte en el alma y en los cimientos de esta vil cultura nuclear, ¡rompa las Tablas!; desafíliese de toda vaga noción de Humanidad; arroje sus prejuicios en los hornos crepitantes del desprecio; yérgase con coraje frente a los presagios siniestros del porvenir; ámese como si usted fuera el primero y el último de los hombres, pues con usted nace y termina la Historia.
No hay que ser blandos ni compasivos. Hay que ser crueles, insobornables al Bien. Hay que ser peores que virtuosos. Hay que consumar la muerte del Humanismo en esa región del Espíritu donde el hombre está muerto: en sus ilusiones. La Razón es una rata muerta, hiede. Un vaho de putrefacción asciende por los poros hasta el alma, infecta la carne, la vida, el planeta.
Nosotros haremos la Dedetización del Espíritu, y aplicaremos dosis letales a aquellos cuyo diagnóstico metafísico sea «INRI», y aquellos otros cuyo diagnóstico histórico fundamenten su razón de vivir en el Oriente Mesiánico o en el Maquinismo Occidental.
Todos los valores de esta Civilización maxfactorizada y marxista hay que arrojarlos a la cañería sin excepción. El hombre está corrompido desde la cabeza hasta el coxis. Hay que desmentalizar la carne, adanizar el Espíritu. Nuestra literatura será el purgante para que el hombre, en vez de caca, defeque sus razones.
Para que el hombre no sea aniquilado, para que el Espíritu no sea sentado en la Silla Eléctrica, para que un resto de dignidad animal no nos sea arrebatado por esta Civilización de acero, nosotros prometemos hacer un arte de ignominia que consista en aplastar al hombre sobre un Water Closet, hasta que se eleve como por encima de un pedestal en sus propios excrementos, y sienta que todo eso perfumado que llamaba «Los Valores», no era más que un montón de mierda.
Pero no se haga ilusiones, querido Homo. No crea que le vamos a ofrecer su salvación a precios de quema. El Nadaísmo no es un baratillo de la inteligencia, ni la Gota de Leche de la Paz Mundial, ni un orfanato para pobres de Espíritu, ni menos una Tabla de Salvación. Todo lo que podemos hacer por usted es invitarlo a que suba a esta Tabla de Salvación y se hunda con nosotros.
Nuestro amor por usted, y nuestro desprecio por usted, es invitarlo a participar en nuestra desgracia, y obligarlo a renunciar a toda esperanza de ser salvado.
¿Para qué diablos quiere salvarse, señor Homo, si usted ni siquiera está perdido, si usted probablemente ni siquiera existe?
Y además, no sea bobo, no se deje ilusionar con el mito de la Redención. ¿Acaso usted, en su noble esfuerzo de superación humana, desea convertirse en un Querubín? ¿Qué haría con su asquerosa almita después de ser redimido, o sea, sin la más mínima esperanza, sin el más mínimo problema, sin el más mínimo sufrimiento? No le parece, amigo Homo, que la tal Redención es peor que ese Cielo consistente en no esperar ya más, en no ser ya nunca más? ¿Desea hundirse en semejante aniquilamiento metafísico, en semejante Nada Negativa, en semejante fangosa Eternidad peor que todos los Infiernos?
Cuídese, y no se deje redimir por los Teólogos pragmáticos de este mundo y del Otro. No se deje meter en Cielos Beatíficos donde reina la ausencia de Ser, el olvido de Ser, donde jamás reverdecerá el Olivo. No se deje premiar con la felicidad. Nosotros fuimos felices alguna vez y les comunicamos que la felicidad es la peor desgracia que le pueda pasar a un hombre.
A cambio de la felicidad nosotros ofrecemos la perdición, una cierta desesperación del Espíritu que lo haga consciente de su esplendorosa inutilidad, y por lo mismo, de la esplendorosa fortuna de disfrutar esta Tierra por el breve plazo de una vida, y ser bautizado por las aguas sin esperanzas de la Muerte.
No olvidemos que el hombre es el espermatozoide galáxico de Dios, un milagro con pantalones, y que el mundo es maravilloso una vez más, por última vez. Por eso, señor Homo, apresúrese a desnudarse para que haga el amor con esta Tierra que usted ha despreciado y ofendido a nombre de las Tenebrosas RAZONES de su miserable condición divina, y de su miserable condición humana.
Es verdad que nosotros no tenemos razón, ni pretendemos imponerle a usted una razón de vivir. Simplemente nadie tiene razón, porque no hay razones. Pero se trata de vivir, de no presumir, de recordar que la vida es un inventico estupendo.
Y la prueba de que no hay «razón de vivir» es que la Razón es mortal. No lo dude: mírese al espejo y verá el horrendo espectáculo de su máscara de asesino.
Mire en torno de su adorado universo y no verá más que cadáveres sacrificados por la Justicia, el Amor, la Libertad, la Paz, y las demás porquerías de la Razón humana.
Por fortuna nosotros no somos razonables. ¡Nosotros somos locos!
Pero los Homos podrán preguntarnos: —Señores Locos Nadaístas, y si todo esto les parece tan siniestro, ¿por qué no se matan?
A lo cual nosotros respondemos: —Señores Homos, no nos matamos porque somos los Héroes del Siglo; porque nos gusta hacer el amor; porque el hombre, a pesar de ser hombre, también nos interesa como Monstruo; y porque seguramente somos unos héroes muy cobardes.
El Homo, que en todo quiere tener razón —pues por algo es Sapiens— volverá al ataque:
—Señores Nadaístas, ¿y si ustedes no creen en nada por qué escriben?
Y nosotros diremos:
—Señor Homo, escribimos porque tenemos máquina de escribir, y para ponerle a los calvos los pelos de punta.
Pues el fin de nuestra literatura —que por lo demás se resiste a tener fines— es recordarle todas estas bellas y locas cosas, en el caso de que usted, señor Homo, sea un desmemoriado Y si usted nos permite, se lo recordaremos de todos modos: a palos, a poemas, a bala, en fin, como más le duela.
Se trata, en definitiva de ser otros, de dejar de ser. Pero esto no es un chantaje. Si usted desea seguir siendo libre de ser servil, de ser estúpido, libre de no-ser, nadie le va a disputar ese derecho inalienable, ni pensamos discutirle filosóficamente sus corrompiditos «Derechos del Hombre». Siga teniendo fe en sus tonterías si eso le place, que sea feliz, que engorde, y que Dios lo corone de gloria, pues no mereces otra cosa.
Nosotros hacemos nuestras las palabras de Zaratustra, y con ellas iremos al combate. Pero no aspiramos triunfar sobre ustedes, ni matarlos, pues ustedes ya están muertos. No aceptaremos ninguna victoria que no sea una victoria sobre nosotros mismos. Vuestra guerra o vuestra paz no nos conciernen, ni nos intimidan vuestros leprosos y asesinos sistemas, pues cuando caigan las Bombas, nosotros ya estaremos muertos de risa.
Y no crean que no somos extraordinarios. Nosotros, escritores, también seremos capaces de hacer silencio para tener razón. De todos modos, intentaremos una literatura que parezca silencio, que no diga nada pero que sea todo; que no diga la Verdad pero que sea la Vida.
Queridos Homos: «El mundo no gira alrededor de los inventores de nuevos ruidos, sino en torno de los inventores de valores nuevos, y gira en silencio».
Fuente:
Arango, Gonzalo. Manifiesto Nadaísta al Homo Sapiens. Medellín, Ediciones del Nadaísmo, colección «El topo con gafas», 1965.
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