¡Adiós, mi capitán!
Este jueves, día de dolores, murió en Medellín el gran escritor y capitán Arturo Echeverri. Era un orgullo y un privilegio ser nada más que un semejante de este hombre. Para tener la idea de su bondad había que verlo, estar con él, ser algo de él. A su lado, y en sus libros, aprendía las mejores lecciones de dignidad intelectual, de integridad y de desprendimiento. Era un tipo maravilloso. A causa de su pasión por los hombres, por este mundo y por la palabra, había alcanzado como los místicos y los santos la rara y profunda sabiduría que se expresa en el silencio. Empero, su silencio no era de piedra sino de templo.
¿Quién era Mi Capitán, fuera de ser uno de los más grandes escritores de mi generación? Era él, lo digo con humildad. Y él era —con el perdón de su honor de marino— un gran «desertor». Sí, un desertor en busca de sí mismo, de su ser más eterno. Y un aventurero también, en el sentido de la aventura espiritual, de buscarse a sí mismo más allá de la evidencia y el límite, de realizar en su ser todo lo que le ofreciera el mundo.
Su primera aventura fue el mar. El mar como aventura existencial y representación del infinito, de realizar un ideal permanente a través de la fugacidad de las olas. Su vocación del mar explica su pasión por lo extraordinario y lo desconocido. Mi Capitán era un desalmado y por eso le dieron la Cruz de Boyacá: pero no temía a la muerte ni a la vida, ni a nada que desafiara su coraje y su pasión por el triunfo.
Con este capitán no se puede estar seguro: es un indomable que gana todos los juegos y todas las batallas, y su alma luchará ahora contra la Nada en el Misterio, y hasta es posible que triunfe sobre la Nada y se gane la Eternidad. Y si la Nada no existe (y este es el Gran Secreto revelado), entonces él triunfará sobre la muerte, y habrá reconquistado su Ser para la Salvación y el Eterno Absoluto.
Si yo no odiara los epitafios por sacrílegos, pondría uno sobre su tumba:
Amó a la belleza sobre todas las cosas
y a los hombres más que a la belleza.
Pero yo sé; este hombre sencillo se sentiría incómodo Allá Lejos. Mejor no pongamos nada sobre su tumba, ni digamos nada de su gloria. Él es un gran escritor, y sus libros hablarán por él.
A Mi Capitán Arturo Echeverri «lo amé» por todas estas cosas de su gran espíritu, y además porque el día que lo conocí, me regaló unos pantalones azules, y esto no lo olvidaré en esta vida, ni en la Otra.
Nunca la vida fue mejor, ni peor, Mi Capitán, pero fue ésta nuestra vida.
Fuente:
Arango, Gonzalo. «¡Adiós, mi capitán!». En: Echeverri Mejía, Arturo. Marea de ratas. Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 1994, pp. 112-115. Edición crítica a cargo de Augusto Escobar Mesa. Artículo publicado originalmente en el Magazín Dominical de El Espectador, Bogotá, 23 de febrero de 1964, p. 7E.