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“Mi destino estaba
en ser hombre y
me elegí escritor”

Querido viejo (1) :

Me llegó una carta tuya. Me alegro de que me trates como un amigo y no como un evangelista. Los hombres como yo necesitamos eso. Nos conmueve más la caricia dulce llena de piedad que la dureza de palabras frías y severas. Esa fue la razón para que, al leerla, me sintiera triste, lleno de remordimientos. ¿Remordimientos de qué? Tal vez de no poder ser lo que tú quisieras de mí. En el fondo, no tengo de qué arrepentirme. No me puedo revelar contra lo que soy. Cada quien es la pequeña porción de destino con que nace. Ese destino hay que llevarlo hasta la muerte como una gran cruz. Lo demás es soberbia.

Yo elegí mi vida porque a mí me corresponde vivirla. Si no seguí estudios de derecho (2), fue por comprender que era una tribuna pequeña para dar mi testimonio de hombre. Mi destino estaba en ser hombre y me elegí escritor. No sé si ahora puedes comprenderme o justificarme. Nadie puede juzgarnos culpables por haber desviado el camino. Tú dices que el camino es Dios. Yo desvié mi camino para llegar hasta ÉL, según la capacidad de mis pasos y de mis fuerzas. Nací en una época en que lo más sagrado para ti es hoy pisoteado y arrastrado. Al hombre lo fusilan contra los muros; el amor, el bien y la libertad están manchados de sangre. El hombre ha olvidado a Dios, que es el amor, y el mundo rueda locamente al abismo. A mí me ha tocado vivir esa época de terror. Lo que digo como escritor es una respuesta a las imágenes brutales que ha mostrado el mundo.

A propósito de mi obra, te cuento que está definitivamente terminada. Ahora mismo estoy gestionando posibilidades de publicación. Pienso enviarla a Lima (Perú) o Buenos Aires. Espero que en una de las dos editoriales me resulte algo favorable. De la calidad humana de la novela, estoy seguro. Esta seguridad me ha sido confirmada por mis amigos intelectuales. Yo no espero que el recibimiento a mi obra sea apoteósico, pero sí hará meditar y tentar al arrepentimiento. Como te digo, mi obra es una acusación a todo. Espero sufrir mucho diciendo esta verdad. Pero estoy tranquilo. Soy una voz revelada que grita el desastre y tiene nostalgia del amor. Mi voz no es más que esto: una súplica para que regrese el amor a la Tierra.

Voy a darte una explicación para dejarte tranquilo. No me interesa quién te haya informado de haberme visto “donde reina la maldad y el constante pecado de Dios”. Yo mismo te lo confesaría. Yo soy escritor. No puedo encerrarme en torres de marfil a divisar las ciudades como hormigueros humanos. De arriba no se divisa nada. Sólo una cosa borrosa y vaga que no es la realidad. El escritor se nutre de impresiones de la vida, de imágenes. Tiene que vivir, meterse al pantano para decir que está podrido. Investigar las almas para asegurar que están enfermas. Conocer directamente el hambre, la miseria, el asesinato, la desesperación. El escritor es como un médico que abre las vísceras y ve la enfermedad para después sanarla. El bisturí de uno es la pluma que trata de aliviar, de detener la agonía. Yo no puedo predicar que el mundo sufre si no conozco ese sufrimiento. Para escribir hoy no se puede mirar al cielo. El cielo sigue siendo limpio y azul. Hay que mirar a los hombres, mirar hacia abajo. No se puede engañar a la humanidad escribiendo lo que no se ha visto. La honestidad es la vida del escritor.

Tú vas a reprocharme que conozca esa vida sucia de los barrios bajos. Me preguntas que por qué no voy a los clubes aristocráticos, a los ambientes puros. Esos hombres tienen máscara. El único hombre verdadero es el de la calle.

Sufro mucho pensándote lejos de cosas tan queridas. De tus regocijos en la finca. Sufro pensando que estás en peligro. Si yo tuviera dinero, hoy mismo renunciarías a las fatigas y a las privaciones de esa vida burocrática.

Yo siempre espero que por mi cuenta tendrás todo algún día. Sé que no podré complacerte en muchas cosas que van a dolerte respecto de tus principios. Pero si tus principios son los del amor, los míos también.

Acepto la invitación de unirme contigo. Serán dichosos los días que pase a tu lado. Del 15 en adelante, espero viajar. La finca (3) está bien dispuesta para las vacaciones. El café lo he vendido y ya casi cubro la deuda en la Caja Agraria. Te agradezco las lágrimas que me hiciste derramar con tu carta. No porque me sienta culpable, sino porque sé que me amas.

Gonzalo Arango

Notas:

(1) Se refiere a Francisco Arango, “don Paco”, su padre. Era el telegrafista de Andes (Antioquia). Volver
(2) El autor se retiró de la Universidad de Antioquia cuando cursaba el tercer año de derecho. Volver
(3) “El Corazón” era el nombre de la finca de la familia, situada en Belencito, sector aledaño a Medellín. Hacia allá se retiró Gonzalo Arango, después de salirse de la universidad, acompañado de un perro y una calavera, robada en el cementerio de San Pedro (Medellín). Volver

Fuente:

Oleajes de la Sangre - Cartas íntimas del fundador del Nadaísmo. Librería “La Pisca Tabaca” - editores, Medellín, 1997. Edición a cargo de Andrés Nanclares.

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