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Carta a Fernando Botero

Mi querido Fernando Botero:

Recuerdo que una vez ilustraste un articulo mío, iracundo y tierno, titulado “Medellín, a solas contigo”. Dibujaste la gran Villa de la Candelaria erizada de usinas, coronada con su Pan de Azúcar al fondo, y en primer plano Gonzalo con mirada de halcón desafiando a la Andi, nuestros queridos pobres mercaderes del templo de la vida. A mí me coronaba un ángel protector, que vino a ser con el tiempo mi compañera de destino: Angelita. Titulaste ese dibujo Gonzalo y su ángel de la guarda. Visión profética la tuya, realizada. Si hoy lo tuviera en mi poder, seria poderoso. Pero yo pagaba el amor con tesoros, y hoy luce enriqueciendo los recuerdos de un pasado cargado de desesperaciones. ¡Sea, bendito sea!

Creo que podemos unirnos en una nueva aventura poética, que podrá inspirarte grandes obras que expresen las agonías, miserias y resurrecciones de este continente latinoamericano. Son dos temas, los Libertadores de la Raza: Jesús y don Simón arrancados del mito mortecino del catecismo astético, Cristo, y de la académica idolatría de la patria boba, Bolívar. La realidad en guerra contra la ilusión.

¿Qué tal un Cristo andino montado en burrito con su indiada apacible y oprimida, y un Libertador crucificado en un páramo de frailejones por los fariseos de la ley? No quiero sugerirte nada que limite tu potente parto de independencia, pero el material que te envío podrá arrebatar tu entusiasmo para forjar las dos expresiones de este génesis latinoamericano y su calvario. La Utopía, en fin, es lo que vamos siendo y realizando. “Retorno del Libertador” y “Retorno a Cristo”, son conferencias que dictaré por el país antes de mi viaje, y luego publicaré en folletico para regar por toda América, como retoños de Esperanza. No son nostalgias del pasado, sino nostalgias de la Esperanza.

Sería tan bello y útil que me las ilustraras.

No sé si te pido demasiado, pero es que, a pesar de tu fama mundial, no dejo de verte como el compañero de mosaico de bachilleres, reprobados en química, pero laureados en náuseas existencialistas y los corrosivos sueños corruptores del Arte. ¿Recuerdas a “Pinganillo”? ¿Se moriría, o heredaría el puesto de flores de su mamá en la plaza de mercado de Guayaquil?

Querido Fernando: la fama te ha vuelto tan invisible que para verte tengo que apelar a la máquina de escribir, y aun así no sé si te alcanzo. Me gustaría tanto darte un abrazo y tomarnos un aguardiente.

Si no, un fuerte abrazo.

Gonzalo Arango

Fuente:

Correspondencia Violada. Intermedio Editores, Santafé de Bogotá, 2000, pp. 436 - 438.

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