Gonzalo Arango
El 16 de octubre de 1993, Pablus Gallinazo, Jaime Espinel, Elmo Valencia y J. Mario fueron a Andes a llevar sus cenizas. El obispo celebró una misa y durante la plática recordó algunos de los escándalos del poeta que provocaron la excomunión pública. Al final del sermón dijo que ahora, después de muerto, la iglesia volvía a recibirlo en su seno. El poeta J. Mario Arbeláez no pudo contenerse y subió al presbiterio para hablar en nombre de sus hermanos. “Se los devolvemos —dijo, respondiendo a las palabras del obispo— pero con una condición: que lo canonicen. Porque Gonzalo fue un hombre bueno, un hombre justo. Un ser superior. Un hombre punzado por la divinidad. Gonzalo fue un santo”.
Juan José Hoyos