Gonzalo Arango
El nadaísmo fue para Gonzalo Arango el espacio inventado, suficiente y gastado, de la brega por conquistarse contra las sucesivas ilusiones de sí mismo. Su obra es el hombre que consiguió hacerse. La algarabía, el manifiesto porfiado de la propia presencia, la afirmación desvergonzada que no tiene miedo de equivocarse mientras arde, el hervidero de volubilidades son las quimeras de camino de uno que se persiguió encarnizadamente. “Ser cada día diferente es la manera de ser fiel a sí mismo”. Que recoge el eco de su brujo mentor, Fernando González: “El hombre que no se contradice es porque está muerto”.
Eduardo Escobar