Gonzalo Arango
El profeta casi no le jalaba a la cuchara, era delgado, el santo más flaco de este siglo. El mismo decía: “Lo que me salva es mi definitiva vocación de fakir: 10 tazas de café, 19 horas de trabajo, 5 de sueño, 3 paquetes de cigarrillos y 2 huevos duros cuando me acosa el hambre. En realidad no sé de qué vivo”. Pero vivía, tenía un corazón muy grande. ¡Qué gran amigo era Gonzalo Arango!
Elmo Valencia