Gonzalo Arango
Cuando desengañado del nadaísmo y los estoperoles de la vida cultural y la fe en el arte, convertido a la nueva del sacrificio y el servicio Gonzalo vende la pequeña biblioteca, repudia la retórica y los libros —los libros solamente me confunden más, me dijo—, reservará sin embargo tres autores: Nietzsche, Rimbaud y Fernando González... a cuyos libros regresa para zarandearse y ponerse a prueba. Su obra y su vida hay que pensarlas impregnadas en el pensamiento y el estilo del caminante envigadeño, por el aroma místico y el aire panfletario, la voluntad de hacer de la escritura un camino de introspección y transmutación y conocimiento de sí mismo, una meditación acerca del alma del mundo y enseñanza viva.
Eduardo Escobar