Gonzalo Arango
Quienes lo conocieron recuerdan su ironía, recuerdan su ingenio, recuerdan su actividad incesante, pero recuerdan sobre todo su dulzura. De manera que digámoslo: con estos amigos de Fernando González, Estanislao y Gonzalo, la inteligencia le dio la espalda a la arrogancia de esos eruditos de corbatín que aquí siempre ejercieron el saber como una fusta para expulsar y descalificar de los otros. Estos hijos de filósofo silvestre aprendieron que la inteligencia no tiene por qué ser enemiga de la cordialidad, ni sintieron que para saber hubiera que dejar de querer. Nunca perdieron su acento paisa, tal vez porque apreciaban en su maestro lo que después advertiría José Manuel Arango, que Fernando González usó para pensarnos el dialecto que hablamos.
William Ospina