Gonzalo Arango y Angelita
Foto El Tiempo
El poeta se tomaba sus tragos, le gustaba el buen vino. Una tarde que estaba paladeando una copa de Leche de la Mujer Amada de contrabando en un bar de San Andrés y escuchando música de Pink Floyd, se le aparece nada menos que la virgen, en sandalias y con una guitarra en bandolera. Se llama Angelita y es inglesa. De ojos azules y pecas en las nalgas. Cuestión de raza. Viene caminando el mundo. Al verla, Gonzalo la invita a compartir su vino. Conversan de lo largo que es el camino para poder llegar. Aunque en realidad nunca se llega. Entusiasmado por el efecto vinícola, le dice: “Vivo en Bogotá, en un garaje, ¿vienes conmigo?”.
Elmo Valencia