Gonzalo Arango
Nunca conocí un hombre que mirara con tanta intensidad a los ojos de sus interlocutores, a quienes dejaba galvanizados con el genio de su palabra. Cuando le conocí, en Cali, en el 59, me sedujeron sus ademanes de taumaturgo y el ribete de grasa en el cuello de su gabardina.
Jotamario Arbeláez