Gonzalo Arango y Angelita en Cali
Cortesía de Angelita
Gonzalo Arango le tenía miedo a la muerte y esta semana vino la sinvergüenza disfrazada de camión y le asestó un golpe de varias toneladas, dejándole aplastado el miedo confundido entre la poesía del paisaje campesino y su enclenque revolución pequeña, que de todas maneras le alcanzó para cambiar el mundo, porque si algo logró este flacuchento filosotor de Andes, Antioquia, fue cuestionarlo todo y suponer que había dejado ya patas arriba este mundo reloco donde todos nos las damos de saberlo todo aunque en la soledad reconocemos que nadie sabe nada.
Ignacio Ramírez